viernes, 31 de agosto de 2018

Ateismo Parte I


El ateísmo es, en su sentido más amplio, la ausencia de la creencia en la existencia de las deidades.​ En sentido más estricto, es el rechazo de la creencia de que cualquier deidad exista.​ En una definición aun más estricta, el ateísmo es específicamente la postura que no existen las deidades.​ Se opone al teísmo,​ que en su forma más general es la creencia en la existencia de al menos una deidad.​

El término ateo proviene etimológicamente del latín athĕus y este del griego ἄθεος, que significa "sin dios(es)" y fue empleado de forma peyorativa para referirse a quienes rechazaban a los dioses adorados por su sociedad. Con el surgimiento y la difusión del librepensamiento, el escepticismo científico y el subsecuente incremento de la crítica de la religión, disminuyó el alcance del término. Las primeras personas en identificarse a sí mismas con la palabra "ateo" vivieron en la Ilustración durante el siglo XVIII. La Revolución francesa, notable por su "ateísmo sin precedentes", presenció el primer gran movimiento político de la historia en abogar por la supremacía de la razón humana.

Los argumentos a favor del ateísmo abarcan desde aspectos filosóficos a perspectivas sociales e históricas. Las razones para no creer en deidades incluyen argumentos de ausencia de evidencia empírica,​ el problema del mal, el argumento de las revelaciones inconsistentes, el rechazo a conceptos infalsables y el argumento de la no creencia, entre otros.​ Si bien algunos ateos han adoptado filosofías seculares (como el humanismo y el escepticismo),​ no existe una ideología o conjunto de conducta único al que todos los ateos adhieran.​ Muchos de ellos sostienen que el ateísmo es una cosmovisión más parsimoniosa que el teísmo y que por tanto la carga de la prueba no recae en quien no cree en la existencia de dioses, sino que es el creyente quien debe justificar su teísmo.

Alcance


Parte de la ambigüedad y controversia existente en definir ateísmo surge de la dificultad de lograr un consenso en la definición de palabras como deidad o dios. La pluralidad extrema de diferentes concepciones de dios y deidad ha llevado a diferentes ideas respecto su aplicación. En la Antigüedad clásica, los romanos acusaron a los cristianos de ser ateos por no adorar a sus deidades paganas. De forma gradual y a medida que este uso disminuía, se empezó entender al teísmo como la creencia en cualquier divinidad, sea la propia o no. 

Con respecto al rango de los fenómenos rechazados, el ateísmo puede rechazar desde la existencia de las deidades, hasta la existencia de cualquier concepto espiritual, sobrenatural o trascendente, tales como aquellos del budismo, hinduismo, jainismo y taoísmo.

Implícito vs. explícito


Las definiciones de ateísmo varían según el grado de reflexión que una persona debe tener respecto a los dioses para ser considerada atea. Algunas definiciones incluyen a la simple ausencia de creencia en que algún dios exista. Esta definición extensa incluiría a los recién nacidos y aquellas personas que no han sido expuestas a ideas teístas. Ya en 1772, el barón d'Holbach dijo que "Todos los niños nacen ateos; no tienen ni idea de Dios".​ 

Similarmente, George H. Smith (1979) sugirió que: "El hombre que no conoce al teísmo es un ateo porque no cree en un dios. Esta categoría también incluiría al niño que tiene la capacidad conceptual para aprender los problemas implicados, pero que aún no es consciente de ellos. El hecho de que este niño no crea en un dios lo califica como ateo".​ Smith acuñó el término ateísmo implícito para referir a "la ausencia de creencia teísta sin un rechazo consciente" y ateísmo explícito para la definición más común de la incredulidad consciente.

Ernest Nagel contradice la definición de Smith como simple "ausencia de teísmo", reconociendo solo el ateísmo explícito como el verdadero ateísmo.

Positivo vs. negativo


Filósofos como Antony Flew​ y Michael Martin​ han diferenciado el ateísmo positivo (fuerte) con el ateísmo negativo (débil). El ateísmo positivo es la afirmación consciente que los dioses no existen. El ateísmo negativo incluye todas las otras formas del no teísmo. De acuerdo a esta clasificación, quienquiera que no sea teísta es un ateo negativo o positivo.

Los términos fuerte y débil son relativamente recientes, mientras que los términos positivo y negativo tienen un origen anterior y se han usado (de maneras ligeramente diferentes) en la literatura filosófica​ y en apologéticas católicas.​ Bajo esta división del ateísmo, la mayoría de los agnósticos serían ateos negativos.

Mientras que hay quienes afirman, como Michael Martin, que el agnosticismo implica un ateísmo negativo,​ varios agnósticos consideran que su postura es distinta al ateísmo,​ pues pueden considerar a este último no más justificado que el teísmo o que requiere de igual convicción.​ La declaración que el conocimiento, ya sea a favor o en contra, de la existencia de los dioses es inalcanzable, se entiende a veces con la implicación que el ateísmo también requiere un salto de fe.​

Las respuestas comunes incluyen que las proposiciones religiosas no demostradas merecen tanta incredulidad como todas las proposiciones sin pruebas​ y que la improbabilidad de la existencia divina no implica que la posibilidad contraria tenga la misma probabilidad de ser cierta.​



El filósofo escocés J. J. C. Smart argumentó que «en ocasiones una persona auténticamente atea puede describirse a sí misma, incluso apasionadamente, como agnóstica debido a la generalización irracional del escepticismo filosófico que nos prohíbe decir que sabemos algo sobre cualquier cosa, a excepción quizás de las verdades de las matemáticas y la lógica formal».​ Para algunos ateos, como el filósofo Fernando Savater, el agnosticismo es una forma cobarde e inconsecuente de ateísmo.​

Por consiguiente, algunos autores ateos como Richard Dawkins prefieren diferenciar a las posturas teístas, ateas y agnósticas de acuerdo a su posición dentro de un espectro de probabilidad teísta, es decir, la probabilidad de verdad que cada quien asigna a la afirmación «Dios existe».​ En lo personal se declara "agnóstico en la misma medida en que lo soy respecto de las hadas en el fondo del jardín".

Definición como imposible o transitorio


Anterior al siglo XVIII, la existencia de Dios se aceptaba tan universalmente en el mundo occidental que incluso se cuestionaba la posibilidad del ateísmo auténtico. Bajo el contexto del innatismo teísta, la idea de que todas las personas creen en Dios desde el nacimiento, estaba la connotación de que los ateos simplemente eran teístas en negación.​

Además existe la creencia de que los ateos rápidamente creen en Dios en momentos de crisis, se convierten in artículo mortis (justo antes de morir) o que «no hay ateos en las trincheras».​ Sin embargo, han existido contraejemplos, entre ellos casos de ateos literalmente en las trincheras.​

Incluso se ha cuestionado la necesidad de la palabra ateísmo:


De hecho, «ateísmo» es un término que no debería existir. Absolutamente nadie necesita identificarse a sí mismo como un «no-astrólogo» o «no-alquimista». No tenemos palabras para las personas que dudan que Elvis aún vive o que los alienígenas han cruzado la galaxia solo para molestar granjeros y sus ganados. El ateísmo no es nada más que los ruidos que las personas sensatas manifiestan en la presencia de creencias religiosas injustificadas.​
Carta a una nación cristiana, Sam Harris

miércoles, 22 de agosto de 2018

Mictlán

Los Nueve Infiernos del Mictlán.




Las nueve regiones del Mictlán o Chiconauhmictlán, en la mitología mexica es concretamente la cosmovisión de las creencias nahuas referentes al espacio y al tiempo; en un universo estructurado mediante parcelas o regiones determinadas por unas fuerzas vivas hecha posterior al nacimiento de los "dioses primordiales" (Omecíhuatl y Ometecuhtli), por los llamados "dioses creadores" (Xipetótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli).

Itzcuintlán "lugar en que habita el perro".

Región donde existían los Xoloitzcuintle, los perros consagrados de Xólotl, quien en el pasado fuese el custodio del dios Sol durante las horas diurnas como el dios del ocaso, pero por haber atentado contra Tonatiuh durante su recorrido a través de la bóveda celeste, fue enviado al Mictlán por los Dioses Creadores para conciliar a los perros domésticos con los muertos.

En este paraje los muertos tendrían que cruzar el ancho río Apanohuacalhuia, donde habitaba Xochitónal, una iguana gigante, y cuyas orillas vagaban los muertos que no habían sido dignos porque en vida habían maltratado a algún perro, ya que, para atravesarlo, se requeriría de la ayuda de un perro Xoloitzcuintle, de los cuales tenían la tarea de descubrir si el difunto era digno o no, de lo contrario, el difunto quedaba varado sin poder seguir con su trayectoria al descanso anhelado. El río Apanohuacalhuia delimitaba la frontera entre los vivos y los muertos, en continuidad con los Xoloitzcuintle, que eran afluentes, donde los muertos debían cruzarlo para seguir con su descenso, y aquellos que no podían cruzarlo, eran obligados a vagar, como sombras, alrededor de sus orillas cuyo aire frío hacía de oídos sordos a las quejas de los muertos que sufrían constantemente por el remordimiento de haber lastimado a un perro en vida, por esta causa, los naturales solían tener y criar perros para tal menester, tratarles con cariño para ser reconocidos como dignos, y al que le ponían en el cuello un hilo flojo de algodón.

Tepeme Monamictlán "lugar en que se juntan las montañas".

Es la residencia de Tepeyóllotl, dios de las montañas y los ecos, señor de los jaguares.

Región donde existían dos enormes cerros que se abrían y se cerraban chocándose de entre sí, de manera continua, donde después de haber cruzado el río Apanohuacalhuia, el muerto tenía que buscar el momento propicio para cruzar estos cerros sin ser triturados.

Itztépetl "montaña de obsidiana"

Es la residencia de Itztlacoliuhqui, dios de la obsidiana, señor del castigo.

Región donde se encontraba una montaña con un sendero de pedernales obsidiana que desgarraban a los muertos cuando tenían que atravesarlo para cumplir su trayectoria. Es la residencia de Itztlacoliuhqui, dios de la obsidiana, señor del castigo, quien en el pasado fuese el custodio del dios Sol durante las horas matutinas como el dios de la aurora, Tlahuizcalpantecuhtli, quien cegado por los celos se atreviera a atacar al dios Sol Tonatiuh, recibiendo un contraataque que lo dejó ciego permanentemente debido a una flecha que se atravesó en la cabeza, siendo además castigado por su falta al tercer estrado del Mictlán por los Dioses Creadores, teniendo la tarea de henchir con filosos pedernales el cerro. A continuación, se encontraba un extenso complejo llamado Itzehecáyan o Itzehelóyan, dividido en dos regiones con fuertes vientos, indispensables para que los muertos arrogasen todas sus pertenencias como ropa, alhajas, armas y despojos personales, vientos tan fuertes que levantaban piedras y cortaban a los cadáveres de los muertos con múltiples puntas de pedernal al recorrerlo, este complejo estaba dividido en dos regiones diferentes llamados Cehuelóyan y Pancuecuetlacáyan o Pancuecuetlalóyan.

Cehuelóyan "lugar donde hay mucha nieve"

Es la residencia de Mictlecayotl o Mictlampehécatl, dios del viento del Norte.

Es la primera región del extenso complejo Itzehecáyan, una extensa área congelada con ocho collados de piedras abruptas de aristas cortantes donde siempre caía nieve, es la residencia Mictlecayotl o Mictlampehécatl, dios del viento frío del Norte, que traía el invierno desde el Mictlán hasta la tierra, era muy fuerte y de violento carácter, sus hermanos eran Huitztecayotl o Huitztlampehécatl, viento del Sur, Cihuatecayotl o Cihuatlampehécatl, viento del Oeste/Occidente y Tlahuiztecayotl o Tlahuiztlampehécatl, viento del Este/Oriente.

Pancuetlacalóyan "lugar donde la persona se voltea como bandera"

Es la residencia de Mictlecayotl o Mictlampehécatl, dios del viento del Norte.

Es la segunda región del extenso complejo Itzehecáyan, al pie del último collado del Cehuecáyan, ahí comenzaba una extensa área desértica de difícil movimiento con ocho páramos donde no existía la gravedad, y los muertos estaban a merced de los vientos, que próximos a salir, éstos los regresaban o los llevaban de un lado a otro como banderas, hasta que finalmente lograban salir del sendero.

Temiminalóyan "lugar donde te flechan saetas"

Región donde existía un extenso sendero en cuyos lados manos invisibles enviaban puntiagudas saetas para acribillar a los cadáveres de los muertos mientras lo atravesaban, las saetas pérdidas durante batallas que el muerto debía evitar para no ser flechado e irse desangrando.

Teyollocualóyan "lugar donde te comen el corazón"

Residencia de Tepeyóllotl, dios de las montañas y los ecos, señor de los jaguares.

Región donde habitaban fieras salvajes que abrían los pechos de los muertos para comerles el corazón, por lo que, al salir del sendero, el muerto se encontraría con un jaguar que comería el corazón.

Apanohualóyan "lugar donde se tiene que cruzar agua"

Región donde se encontraba la desembocadura del río Apanohuacalhuia, una masa acuática de aguas negras donde el muerto ya sin corazón se debatía por largo rato en las aguas negras para salir, pero, ahí no acabarían sus penas, pues el difunto tendría que atravesar un extenso valle lleno de nueve hondos ríos, los nueve ríos adyacentes del ancho río Apanohuacalhuia, los ríos de los nueve estados de la conciencia.

Chiconahualóyan "lugar donde se tienen nueve aguas"

Finalmente se alcanzaba el final del trayecto en una zona de niebla donde los muertos ya no podían ver a su alrededor. Su estado de cansancio exangüe provocaría la reflexión de las decisiones y movimientos de la historia del muerto, y se conectaría con todo lo que le sucedió en vida, con todo lo que le rodeaba. El muerto se volvía uno con todo. Así, dejaban de padecer y entraba en el Mictlán, la residencia del señor y de la señora de la Muerte.