Los Nueve Infiernos del Mictlán.
Las nueve regiones del Mictlán o Chiconauhmictlán, en la mitología mexica es concretamente la cosmovisión de las creencias nahuas referentes al espacio y al tiempo; en un universo estructurado mediante parcelas o regiones determinadas por unas fuerzas vivas hecha posterior al nacimiento de los "dioses primordiales" (Omecíhuatl y Ometecuhtli), por los llamados "dioses creadores" (Xipetótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli).
Itzcuintlán "lugar en que habita el perro".
Región donde existían los Xoloitzcuintle, los perros consagrados de Xólotl, quien en el pasado fuese el custodio del dios Sol durante las horas diurnas como el dios del ocaso, pero por haber atentado contra Tonatiuh durante su recorrido a través de la bóveda celeste, fue enviado al Mictlán por los Dioses Creadores para conciliar a los perros domésticos con los muertos.
En este paraje los muertos tendrían que cruzar el ancho río Apanohuacalhuia, donde habitaba Xochitónal, una iguana gigante, y cuyas orillas vagaban los muertos que no habían sido dignos porque en vida habían maltratado a algún perro, ya que, para atravesarlo, se requeriría de la ayuda de un perro Xoloitzcuintle, de los cuales tenían la tarea de descubrir si el difunto era digno o no, de lo contrario, el difunto quedaba varado sin poder seguir con su trayectoria al descanso anhelado. El río Apanohuacalhuia delimitaba la frontera entre los vivos y los muertos, en continuidad con los Xoloitzcuintle, que eran afluentes, donde los muertos debían cruzarlo para seguir con su descenso, y aquellos que no podían cruzarlo, eran obligados a vagar, como sombras, alrededor de sus orillas cuyo aire frío hacía de oídos sordos a las quejas de los muertos que sufrían constantemente por el remordimiento de haber lastimado a un perro en vida, por esta causa, los naturales solían tener y criar perros para tal menester, tratarles con cariño para ser reconocidos como dignos, y al que le ponían en el cuello un hilo flojo de algodón.
Tepeme Monamictlán "lugar en que se juntan las montañas".
Es la residencia de Tepeyóllotl, dios de las montañas y los ecos, señor de los jaguares.
Región donde existían dos enormes cerros que se abrían y se cerraban chocándose de entre sí, de manera continua, donde después de haber cruzado el río Apanohuacalhuia, el muerto tenía que buscar el momento propicio para cruzar estos cerros sin ser triturados.
Itztépetl "montaña de obsidiana"
Es la residencia de Itztlacoliuhqui, dios de la obsidiana, señor del castigo.
Región donde se encontraba una montaña con un sendero de pedernales obsidiana que desgarraban a los muertos cuando tenían que atravesarlo para cumplir su trayectoria. Es la residencia de Itztlacoliuhqui, dios de la obsidiana, señor del castigo, quien en el pasado fuese el custodio del dios Sol durante las horas matutinas como el dios de la aurora, Tlahuizcalpantecuhtli, quien cegado por los celos se atreviera a atacar al dios Sol Tonatiuh, recibiendo un contraataque que lo dejó ciego permanentemente debido a una flecha que se atravesó en la cabeza, siendo además castigado por su falta al tercer estrado del Mictlán por los Dioses Creadores, teniendo la tarea de henchir con filosos pedernales el cerro. A continuación, se encontraba un extenso complejo llamado Itzehecáyan o Itzehelóyan, dividido en dos regiones con fuertes vientos, indispensables para que los muertos arrogasen todas sus pertenencias como ropa, alhajas, armas y despojos personales, vientos tan fuertes que levantaban piedras y cortaban a los cadáveres de los muertos con múltiples puntas de pedernal al recorrerlo, este complejo estaba dividido en dos regiones diferentes llamados Cehuelóyan y Pancuecuetlacáyan o Pancuecuetlalóyan.
Cehuelóyan "lugar donde hay mucha nieve"
Es la residencia de Mictlecayotl o Mictlampehécatl, dios del viento del Norte.
Es la primera región del extenso complejo Itzehecáyan, una extensa área congelada con ocho collados de piedras abruptas de aristas cortantes donde siempre caía nieve, es la residencia Mictlecayotl o Mictlampehécatl, dios del viento frío del Norte, que traía el invierno desde el Mictlán hasta la tierra, era muy fuerte y de violento carácter, sus hermanos eran Huitztecayotl o Huitztlampehécatl, viento del Sur, Cihuatecayotl o Cihuatlampehécatl, viento del Oeste/Occidente y Tlahuiztecayotl o Tlahuiztlampehécatl, viento del Este/Oriente.
Pancuetlacalóyan "lugar donde la persona se voltea como bandera"
Es la residencia de Mictlecayotl o Mictlampehécatl, dios del viento del Norte.
Es la segunda región del extenso complejo Itzehecáyan, al pie del último collado del Cehuecáyan, ahí comenzaba una extensa área desértica de difícil movimiento con ocho páramos donde no existía la gravedad, y los muertos estaban a merced de los vientos, que próximos a salir, éstos los regresaban o los llevaban de un lado a otro como banderas, hasta que finalmente lograban salir del sendero.
Temiminalóyan "lugar donde te flechan saetas"
Región donde existía un extenso sendero en cuyos lados manos invisibles enviaban puntiagudas saetas para acribillar a los cadáveres de los muertos mientras lo atravesaban, las saetas pérdidas durante batallas que el muerto debía evitar para no ser flechado e irse desangrando.
Teyollocualóyan "lugar donde te comen el corazón"
Residencia de Tepeyóllotl, dios de las montañas y los ecos, señor de los jaguares.
Región donde habitaban fieras salvajes que abrían los pechos de los muertos para comerles el corazón, por lo que, al salir del sendero, el muerto se encontraría con un jaguar que comería el corazón.
Apanohualóyan "lugar donde se tiene que cruzar agua"
Región donde se encontraba la desembocadura del río Apanohuacalhuia, una masa acuática de aguas negras donde el muerto ya sin corazón se debatía por largo rato en las aguas negras para salir, pero, ahí no acabarían sus penas, pues el difunto tendría que atravesar un extenso valle lleno de nueve hondos ríos, los nueve ríos adyacentes del ancho río Apanohuacalhuia, los ríos de los nueve estados de la conciencia.
Chiconahualóyan "lugar donde se tienen nueve aguas"
Finalmente se alcanzaba el final del trayecto en una zona de niebla donde los muertos ya no podían ver a su alrededor. Su estado de cansancio exangüe provocaría la reflexión de las decisiones y movimientos de la historia del muerto, y se conectaría con todo lo que le sucedió en vida, con todo lo que le rodeaba. El muerto se volvía uno con todo. Así, dejaban de padecer y entraba en el Mictlán, la residencia del señor y de la señora de la Muerte.
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